En el transcurso de mis sesiones terapéuticas, he notado un patrón recurrente entre las mujeres que buscan ser más asertivas en sus vidas. Al preguntarles qué significa para ellas ser más asertivas, sus respuestas suelen repetirse e incluir estas habilidades: la capacidad de responder rápidamente, saber decir no y mantener sus propias convicciones ante los demás.

Entonces, busco una definición y encuentro que todas se parecen a la siguiente: ser asertiva implica comunicarse de manera efectiva, expresar nuestras ideas con firmeza, respeto y empatía hacia los demás y hacia uno mismo.

Sin embargo, desarrollar esta habilidad no es tan sencillo como parece. Requiere un proceso consciente y reflexivo.

En mi práctica profesional, mi enfoque inicial con mis pacientes suele ser «no correr». Les propongo detenerse, observar y explorar sus propios deseos y emociones. ¿Qué pasaría si comenzáramos por poner conciencia en lo que deseamos, en lo que sentimos? ¿Y si nos acostumbramos a preguntarnos frecuentemente cuáles son nuestras necesidades fundamentales.

Este proceso inicial no busca excluir a los demás, sino más bien priorizarnos a nosotros mismos. Es darnos permiso para sentir y desear, sin culpa, vergüenza o miedo. Es abrazar nuestros sentimientos y necesidades antes de considerar las expectativas externas.

Es un recordatorio para la autorreflexión y la priorización de nuestras emociones y deseos personales. ¿Por qué? Porque la asertividad, en su esencia más pura, implica un autoconocimiento profundo y una conexión íntima con nuestras necesidades auténticas.

¡Te invito a unirte a este viaje hacia la asertividad consciente! Comparte tus experiencias y consejos, ya que todos tenemos algo que aprender y aportar en este fascinante camino hacia una comunicación más auténtica y respetuosa.

 

¡Juntos, exploremos este viaje emocionante hacia la autenticidad y la asertividad!

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