Hoy comparto algo muy personal, tras una sesión con una clienta en la que hemos hablado mucho de cuerpo. Una sesión que me ha encantado.
 
Hace tiempo cambie la concepción que tenía sobre el cuerpo que habito, paso de ser un objeto de mi propiedad (mi cuerpo) a ser el sujeto (soy cuerpo). La clienta me comentaba hoy, que le parecía un cambio brutal en la concepción sobre una misma.
 
Por lo que comparto con todas vosotras, algo que he escrito sobre el cuerpo que habito. Espero que os guste y si os apetece podáis compartir conmigo, que os remueve al leerlo. Os lo agradeceré enormemente. Será un gran regalo para mí.
 
Soy un cuerpo de mujer
 
Soy un cuerpo cambiante, con curvas, con zonas blanditas en la que quedarte apoyado y con zonas duras y firmes que transmiten fuerza y consistencia.
 
Soy unas piernas firmes, fuertes y musculadas, con unos pies grandes que me ayudan a sentirme conectada con la tierra y a la vez sostenida por ella.
 
Soy un «hara» que se sostiene en esas piernas firmes y en una pelvis, que contemplo como la bisagra del cuerpo que soy, que me permite ser flexible, pero con consistencia. Soy un útero, que baila libre en la pelvis, que me conecta con el placer y con mi capacidad de ser madre. En ese «hara», también está el ombligo que soy, que me conecta con mi madre y a su vez con mi abuela y todas mis ancestras. Todo ello con una envoltura de musculo, grasa, fascias y piel, que me hacen más cálida y blandita.
 
Soy una espalda que me da estabilidad y estructura, que se construye de abajo hacia arriba, como escalones apoyados uno encima de otro, todos conectados.
 
Soy una armadura de costillas que protegen, el corazón y los pulmones que soy. Corazón que late, pulmones que respiran gracias al diafragma, tan importante en mí que sostiene mis emociones, al que admiro y respeto.
 
Soy unos pechos, grandes, voluminosos, que alimentaron a mis hijas y que cuido con mimo.
 
Soy unos hombros doloridos, por nadar mucho y por sostener mucho peso.
 
Soy unos brazos blanditos, brazos amigables que animan a abrazar y a sentirse abrazado por ellos, que me permiten conectar con otros cuerpos de una manera fácil. Soy mis manos, manos que cada vez se parecen más a las de mi madre, manos vividas, grandes, con arrugas, con venas marcadas, que me ayudan a conectar con el exterior, con la habilidad para crear.
 
Soy un cuello grueso, que sostiene la cabeza que soy.
 
Soy una cara única, que refleja lo vivido. Soy un pelo liso y largo, muy admirado por mí. Soy unos ojos del color de la cocacola (como dice Fito), con unas pestañas y cejas que protegen esos ojos, ávidos de ver, de descubrir. Soy una nariz que se rompió y aun así me permite que entre el aire en ese cuerpo que soy. Soy una boca pequeña y a pesar de ello, que habla a borbotones y se ríe a carcajadas bien abierta.
 
Soy un cuerpo vivido, que quiere seguir viviendo, sintiendo, pensando.
 
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